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LA LEYENDA DEL
SAJÚ – VOJÚ
Érase que se era, en tiempos inmemoriales, cuando el pueblo mapuche habitaba en las laderas de estas montañas perennes, ocupando el territorio que va desde lo más alto y hasta donde el ojo del buen oteador podía ver el fin del horizonte, que nació la leyenda del SAJÚ-VOJÚ.
Cuenta la leyenda que, por aquel entonces, los jóvenes cazadores mapuches para convertirse en adultos y poder desafiar la inmensidad de la montaña debían pasar una seria prueba. Muchos, alrededor de los trece años, enfrentaban en la décimo tercera luna una salida a las entrañas mismas de la montaña. Debían regresar con los cueros de un gran guanaco, las alas de un cóndor y las patas de un ñandú. Para ello contaban con solo cuatro flechas y cuatro lanzas.
Muchos salían para enfrentar el desafío. Algunos no volvían. Otros no lo lograban y muy pocos eran los elegidos que regresaban con el premio de la montaña.
Cuenta la leyenda que una vez un pequeño y joven cazador quiso ser distinto a los demás. No le interesaba convertirse en gran cazador solitario. Entonces consultó con el anciano que todo lo sabe y este le dijo que debía mirar al cielo de la montaña y a los lobos jóvenes como él.
Pasaron muchas lunas. En una noche oscura de cielo límpido y pleno, en la ladera de la montaña que mira al gran cerro, comprendió lo que el anciano la había dicho. Las estrellas salen todas juntas y los lobos cazan todos juntos.
Al día siguiente el joven cazador fue con el anciano para pedir autorización y poder adentrarse en las entrañas de la montaña junto con sus compañeros con la condición que solo volverían a ver la tribu cuando todos tuviesen sus pieles de guanaco, sus alas de cóndor y sus patas ñandú.
Como las estrellas y los lobos saldrían y volverían todos juntos.
Durante cientos de lunas los jóvenes cazadores siguieron la forma de aquel pequeño que se aventuró a pedir consejo al anciano, al cielo estrellado y a los lobos.
Así, esta sabia costumbre pasó a llamarse la cacería del SAJÚ – VOJÚ.
Pasaron muchos soles con sus lunas y la leyenda, transmitida de boca a oído, se fue perdiendo con la población misma de los mapuches.
Nunca nadie sabrá si la leyenda es un mito o una realidad pero hace un tiempo y frente a serios problemas un grupo de amigos de la montaña la redescubrió.
Ya no eran cazadores sino admiradores de lo perenne y de la paz y la fortaleza que solo la montaña puede transmitir.
Sentían que sus almas explotaban cuando desde lo más recóndito de la montaña podían ver el cielo que alguna vez miró aquel pequeño cazador.
Adoptaron su nombre SAJÚ – VOJÚ. Firmaron con sangre y vino un pacto para enseñarle a todos los que puedan entender el verdadero significado de la amistad.
Son los SAJÚ – VOJÚ.
Si te los encuentras, quédate tranquilo.
Estas protegido y acompañado.
No son como la montaña. Son parte de la montaña misma.
Relatada por: Ale Maresca
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